Vicent Marco a la novela pág
—Veo que te estropeado el sueño. Cómo tienes la pierna de buena madrugada? —Dijo Joan quitándose el sueño y con aire afligido y compungido. —De mucha categoría, como diría mi amigo de Benifaió, Vicent Marco. Incluso y a mi parecer creo que puedo irme contigo —replicó el amigo como si tuviera una rendija abierta a la esperanza—. Mira, mira — hizo un breve esfuerzo para levantarse, pero las intenciones no correspondían con el dolor que le bombeaban por las venas. Refunfuñó pronunciando sólo la primera vocal del vocabulario. —Dios haga que pudieras venir! Y lo digo de todo corazón y de buena verdad y fe. No sufras. Ya verás como mañana estás mejor que un saltimbanqui —un silencio vacío de palabras, porque el amigo continuaba quejándose a pesar de que intentaba coparlo. Joan lo esperaba aplastándose los labios y pensativo. Pero no sería él quien haría una palabra al silencio para prolongar el tiempo. —Qué haces sin hacer movimiento? Que te ha piensas ahora? Acaso piensas en escabullirte? Si lo haces quizás el té queme la piel antes de haberte cogido una insolación, y después serías devorado por todo depredador —decía el amigo a la vez que estiraba la pierna y estallaba los dientes emblanquecidos. Al amigo no le hacía la más mínima gracia que lo dejara más ensimismado que un pedigüeño en Nueva York. Habían tomado la iniciativa juntos y también quería terminarla cómo siempre. Pero ambos compartían un pensamiento mucho pareciendo, y esto explicaba que si hubiera sido Joan el malherido, el amigo también lo hubiera entendido y se habría ido sin él. Pero no era así. Más querría él.